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viernes, 3 de noviembre de 2017

ANTONIO TUDELA BERMEJO - ALGO MÁS QUE UN PADRE

La vida en sí es propia de aventuras de las cuales se pueden encontrar en todos los conceptos héroes y villanos, no obstante la travesía es larga para algunos y corta para otros, y en este caso me dispongo a relatar la vida de un hombre que conoció la monarquía, la II republica, la guerra civil Española, una dictadura y a tres Reyes, además de la actual Democracia. Un hombre de los de antaño, de los que la política para el desarrollo de su vida no intervino en ninguna ocasión, su pasado se centra en el hambre que paso como niño.

Para algunos es posible que no se pueda entender el concepto de valores de la época, pero como él dice, “existía un respeto hacia la familia y a las personas mayores ”, aunque tanta modernidad y democracia bananera, le hace reflexionar sobre sus vivencias, realizando conclusiones pesimistas para la juventud, exponiendo que el pasado esta de vuelta... "están dividiendo al pueblo y eso no es bueno.

Antonio Tudela Bermejo nace en la calle Andújar de San Antón el 1 de agosto de 1928, fruto del matrimonio de Antonio e Isabel, siendo el mayor de los hermanos Joaquín, Pepe (E.P.D.), Julio, y de una hermana que murió a las pocas semanas de nacer, en manos de una amiga de la familia, llamada Lorenza.

ANTONIO TUDELA BERMEJO

Todo marchaba sin problemas en una familia obrera que no entendía de política. Su padre trabajaba el espalto en bola (de ahí el apodo de Antonio el Bola), y su madre cuidaba de sus cuatro varones, al mismo tiempo que estaba en cinta. Antonio ayudaba a su padre de vez en cuando en las tareas del trabajo, recuerdos que le llevan a una mañana en plena Guerra Civil Española. Su padre se despidió de sus hijos con un beso y no volvieron a verlo. Con tan solo 8 años de edad y tras la caída de una Bomba en el antiguo Penal de Marina (conocido como Cuartel de Instrucción de Marinería), quedo huérfano de Padre y de tío, escapándose de dicho acto fatídico, su tía tita, que militaban en la CNT.

 

Con aquella edad tan temprana no entendía de bandos ni de política, simplemente aquel niño tendría que aprender con pasos de gigante la forma de ayudar a la familia, ya que el hambre hacia mella en ellos y no en sentido figurado, más bien con la suerte de pillar un pedazo de pan duro después de unos tres días sin comer.

Sin ningún tipo de ingresos tuvieron que dejar la casa de San Antón y marcharse a una cueva que tenía su abuelo en los Barreros, todo un lujo para el momento, con tres habitaciones, una cocina, un pozo y otros elementos de una cueva más que adecentada de la época.

Debido a que su madre se tuvo que marchar a servir a Cádiz o Ferrol (no recuerda muy bien), quedaron bajo la tutela del abuelo. Desde este momento su infancia se iba a convertir en un calvario.Por ser el mayor de los cuatro hermanos, recuerda al abuelo con un corto pero intenso pensamienro... “A sus hijos y a mis hermanos no los tocaba, pero a mi…” en ese momento su intensa mirada queda fija en el pasado, añorando la perdida de una infancia que quedo rota.

La convivencia con el abuelo no era tan buena de esperar, este lo mandaba a coger colillas por toda la zona del tranvía, desde el amanecer hasta la recogida de estos en las cocheras de San Antón. Al llegar seguia la faena, trepando a las higueras con el fin de pinchar higos, vigilando los que estaban al gusto del abuelo, tareas para un niño en el que la infancia quedo marcada con fuego en el alma.

Fue a un colegio de los barreros, el cual fue construido entre dos casa. Él mismo recuerda hechos de la escuela; “habían unas mesas largas con bancos, y en las mesas un tintero y una pluma para escribir. El fenómeno de profesor, realizaba castigos físicos continuamente con una regla o nos ponía de rodillas entre las piedras del patio, tras considerar esta situación y el hambre que pasaba, un día cuando el profesor fue a pegarle, le tiro el tintero por encima, y salió corriendo, no volviendo a la Escuela”.

Durante toda su infancia tuvo que trabajar duro para comer, aunque como él reconoce “pase mucha hambre, y las palizas y esfuerzos no compensaban en la infancia de un niño”. Hoy en día se arrepiente mucho de que su madre no lo dejara en la Misericordia, ya que por lo menos la comida no le hubiera faltado, (dándole totalmente igual las palizas de las monjas) además de aprender a escribir y leer, cosa que le hubiera gustado hacer..."sin ir a la escuela la vida me enseño, muchas cosas"

Cuando la madre volvió de servir, se fue a la cueva del abuelo, alegrándose de ver a sus hijos, los cuales, y en especial Antonio, esperaba con esta llegada cambios drásticos es su vida. No fue lo esperado, pues la pobreza estaba más que instalada sobre esta familia desde la desgraciada perdida de su Esposo y padre.

A su mujer Juana (E.P.D.), la conocía de niña, coincidiendo en ocasiones cuando salían con las madres y otros vecinos a coger naranjas para ganarse un trozo de pan. Para ello utilizaban los trenes de mercancías. En algunas ocasiones todo salía bien, en otra, las naranjas se convertían en propoedad de los civiles. Alguna noche y recorriendo los campos de toda la Región de Murcia, dormían a la intemperie, mellando el frio en ellos, pero la lucha desesperada por ganarse un plato de comida, superaba cualquier condición.

En una ocasión, volviendo a Cartagena de la recogida de naranjas, observaron mucho movimiento de tropas nacionales, parando el tren en Torre Pacheco y volviendo este a Murcia para traer tropas, “esa noche, encima de las cuevas habían soldados con ametralladores, no sé cómo pude llegar a la cueva, todavía sigo pensando que vieron a un niño y lo dejaron pasar, aunque por otro lado, me podrían haber matado allí mismo”.

Una de las cosas de las que está agradecido a Franco fue la creación de comedores sociales, al que acudía habitualmente en los Barreros, estando situado en lo que era el casino, en este mismo lugar hizo la comunión, sin ningún tipo de festejo. “hay se comía lo que había no te daba tiempo a separar el gusano u lo que viniese, todo lo que entrase en la barriga, era engañar parte del hambre que pase”.

Entre colillas, higos y otros trabajos de la tierra, además del abuelo, fueron pasando los años, hasta que sin darse cuenta llego a los 18 años, edad en la que soñabas por un trabajo. El tiempo paso muy lentamente hasta el día que fue llamado para realizar el servicio militarm allá por el año 1950. Mientras realizo trabajos de pastor, de guardar campos, de trillar, de albañilería, y como no de pico y pala, rascar con cepillo y pintar los tubos de  gigantescas bolas.

“Para marcharme al servicio militar cogí un tren de Cartagena a Murcia y de esta a Alicante, en donde embarque para la ciudad de Mahón, nos dieron unas latas de conservas y chocolate. Tras 2 noches y un día, navegamos hacia nuestro destino en donde nos esperaba la banda de música para acompañarnos al cuartel, formando en el patio con mi maleta de cartón, que era lo que más se utilizaba, las de madera, las compraban los más pudientes. Estando ya en el cuartel pase primero por la barbería, y después me dieron provisionalmente ropa de faena y la llave de una taquilla. Una de las cosas que me llamo la atención al ir desfilando por las calles de Mahón hasta el Cuartel, eran la gran cantidad de mujeres embarazadas que veían el desfile, en ese momento y como mozo, pensé que a mí no me pillaba ninguna, ya que no me gustaba arreglarme con ninguna moza, más bien tontear”. De esta forma, describe Antonio sus inicios en lo pretendido al inicio de su servicio militar.

El servicio militar tan lejos de casa, le hacía fortalecerse, ya que la mayoría de las guardias, las hacia custodiando presos, en las que tenía que tener mucho cuidado ante estos. “Yo me sentaba en unas piedras y ellos trabajaban el terreno, lo tenía muy claro, si se arrimaba alguno, le daba el alto, si seguía tiro al aire, y a las malas, tiro a las piernas, era la suya o la mía. Los domingos a misa con la banda de música. La comida del cuartel llevaba muchos cucos, los cuales no se podían apartar, y que el sargento no te pillara, si no, se te caía el pelo”

Un día que salió de paseo le ocurrió algo casi imposible de entender, al entrar a una tienda, se encontró en el escaparate de postales y fotos, a la que posterior iba a ser su mujer, en ese momento no entendía del porque esa foto tan lejos de Cartagena. En aquella época los fotógrafos hacían fotos a los viandantes y luego las exponían para venderlas, el misterio en sí, es que aquella foto llego hasta Mahón, esto le produjo un poco de celos pasajeros.

Al año de estar en el servicio militar le concedieron un mes de vacaciones, regresando de Mahón a Barcelona y hasta Cartagena en tren. Al llegar a la cueva de su abuelo, las cosas habían cambiado, su hermano Julio estaba trabajando en el Campo, Pepe ya había muerto y Joaquín se dedicaba a hacer pozos, mientras que su madre trabajaba de asistenta en las Puertas de Murcia en casa de un comandante.

El mes de vacaciones estuvo trabajando y buscándose la vida para ganar unas pesetas, bien lo hacía en el campo, que cargando camiones, etc., en ocasiones tenía hasta tres turnos diferentes de trabajo. Durante todo el mes les estuvo dando la tabarra una mujer que conocía para que se casase con su hija María, pero el sabia con quien quería casarse y ha muchas les dijo que no.

Al concluir las vacaciones volvió a Mahón con la rutina habitual, cuando le daban permisos durante la semana o fin de semana, trabajaba a jornal en el campo cogiendo frutas, quitando hiervas, arreglando a animales, etc., hasta que a los 24 años se licencio y volvió a Cartagena.

Nada más llegar encontró trabajo con un amigo Cabo primera que se había venido los dos de Mahón. Era en la Calle XVIII, haciendo zanjas para todo el alcantarillado que bajaba hacia Cartagena, en una de esas mañanas de lluvia el Cabo primero le dijo “Antonio, esto no es para mí, y encima se gana poco jornal, creo que me voy a incorporar al servicio, que hay por lo menos tengo un plato de comida caliente, además de mi humilde sueldo”. Tan duro era el trabajo a pico y pala, que muchos no aguantaban.

Casi al terminar la obra, engancho con la misma empresa poniendo adoquines desde el antiguo puente del Bohío, hasta la Plaza de España. Mientras, en lo personal comenzó a cortejar a la que sería su esposa “Juana”, hasta que consiguieron unirse. Aquella muchacha de su infancia con la que compartió parte de la suya y la que le puso celoso en la foto de Mahón, era su Esposa.

Viviendo en la cueva nacieron sus hijos; Isabel, Antonio, Mari, y Juani. La responsabilidad de estar casado con cuatro bocas que alimentar, no le daba el jornal de un solo trabajo, para toda la familia, aún de esta forma, acudía a su trabajo y a la terminación de este, se ponía a cargas camiones de bebidas y alimentos, sacándose un jornal más, pero para apretar más, cuando terminaba de cargar los camiones, se marchaba por la noche con el camión de la basura que recogía la zona desde Cartagena hasta la manga.

SU HIJO ANTONIO CON SU NUERA ANI Y SU HIJO ANTONIO

Al poco tiempo le salió trabajo en refinería como pintor, peón, montador y lo que hiciese falta, era un hombre que no se achantaba ante el trabajo, pero la mala suerte se cebo con él, estando en el trabajo tuvo un accidente teniendo que meterse en el seguro, siendo su Médico Antonio Clavel. Este médico le recomendó que comiera carne a la plancha, verduras, pescado, etc., explicándole al médico que eso era imposible y más con la baja.

FABRICA DE REFINERÍA

Lo que cobraba por el seguro no me daba para mantener a la familia y al estar enfermo, no podía acudir a los otros trabajos, por lo que el economato que cogía, lo tenía que vender para sacar unas perras y poder comprar comida para el resto de la familia, mientras mi curación era muy lenta, me ponían todos los días hielo en el pecho, pasando unos dolores de muerte y sufriendo al mismo tiempo por la situación de la familia. Después de unos meses y sin haberme curado, el Médico me dio el alta, y como no podía asistir al trabajo me echaron de la refinería. Hoy en día con lo que sé, no me la hubiera jugado el Medico

Cuando se puso bien de su enfermedad, fue buscando trabajos a la aventura, le daba igual que fuese a pico y pala, que cargando y descargando camiones, en el campo o en los albañiles, el caso para él, era poder llevar un trozo de pan a la casa. Desde haciendo garitas en los cuarteles como albañil, pasando por llevar tronos en Semana Santa cobrando…”antiguamente tenias que tener mucha amistad con el encargado que buscaba al personal para llevar los tronos, debajo de este, teníamos botas de vino, sardinas, morcillas y lo que hiciese falta”. También trabajo en los albañiles metiendo tubos en los cementerios, de aprendiz en el taller del Padre del tendero conocido como “Gallego”, pero él en realidad quería trabajar por las noches, ya que se ganaba más por la nocturnidad.

“En una ocasión fue a pedirle ayuda al cura de los barreros, el cual, le hizo una carta de recomendación para que fuese a los Americanos que estaban construyendo. “Cuando llegue y pregunte por el encargado, y le dije que me recomendaba el cura, este se puso histérico, yo pensaba que me iba a soltar algún sopapo. Me dijo que en su país trabajan hasta los curas, y que las recomendaciones de este no les servían de nada. El americano lo vio tan humillado que le dijo; si viene usted mañana pidiendo trabajo por su cara, si hay se lo doy. Iba tan muerto de hambre que le pregunte si podía comer del rancho, a lo que me contesto que sí. En ese momento era tanta el hambre que me comí tres plato del rancho.

Volví al cura y le conté lo que el americano me explico, al final entre por mi cara, y tuve trabajo para alimentar a mi necesitada familia. El trabajo era duro, pero había que ganarse el jornal como fuese”.

Al poco tiempo se marcho a Santa Ana en concreto a los Ventorrillos, cambiando de casa en el mismo pueblo en dos ocasiones. Un día Juana estaba haciendo para comer unas morcillas, longaniza, ensalada y morcón, al poco le tocaron la puerta unos testigos de Jehová, abrió la puerta y les dijo que era lo que querían, estos le intentaron explicar por encima su religión. Antonio, los invito a que entraran a la casa y los llevo al comedor, en donde la mesa estaba preparada con todas las viandas. Se dirigió a ellos y les dijo “si coméis de lo que hay encima de la mesa, podéis seguir ablándame de la Virgen y de los Santos”, estos le contestaron que no podían comer esas cosas, a lo que Antonio les contesto “ala, pues saliendo de mi casa, que está a punto de entrar la Virgen”.

De esta forma estaba creado Antonio, sincero pero tozudo a la vez, claro y sin rodeos, el mando lo llevaba él, y aunque llegase uno más listo, siempre terminaba saliéndose con la suya. En su forma más sincera de expresarse, dice que paso mucha hambre, pero por otro lado prefiere lo de antes, que lo moderno, exponiendo que antes los políticos no cobraban pero arramblaban y ahora es todo lo contrario, cobran y roban.

Tras tantos trabajos a lo largo de su madura vida, entro en el Ayuntamiento de Cartagena como barrendero en el turno de día, ganando 2.500 pesetas, por las tardes y noches, se buscaba la vida de vinatero o cargando y descargando camiones. Estuvo también al mismo tiempo que estaba por las mañanas en el Ayuntamiento, en el CHOPO, que era un concesionario de compra y venta de coches, hay ganaba 300 pesetas y con los camiones 1.200 pesetas.

POSTEL DE BARRENDERO

Estando en Santa Ana, nació su quinta hija a la que puso de nombre “Laura”, aunque él prefería un varón, la familia se componía de 7 personas, en donde su esposa, hacia juegos malabares para levantar la hoya del día, pero con el esfuerzo de Antonio se levanto cada día, mes y año.

Tanta hambre pasaba Antonio que la siguiente historia, uno no sabe si reír o llorar: “Una mañana enganche un gato y lo mate. Lo despelleje y le quite sus partes internas, dejando con cuatro cañas cruzadas al relente de toda la noche. Por la mañana lo prepare con su tomate y unas patatas recogidas en el bancal. Camino de una venta que había antes de llegar al antiguo puente de los barreros, me encontré con un amigo que también llevaba una capaza. Cuando entramos a la bodega, estaba repleto de gente, así que trincamos una mesa para los dos y le pedimos a la dueña una botella de vino. Ya la idea la tenía más que clara, pero no tenia seguro como iba a reaccionar la dueña de la bodega, pues esta era de armas tomas, tenía una mala leche, que enseguida bajaba el bastón colgado encima de la barra.

Siguiendo con nuestra historia, mi amigo y yo, sacamos encima de la mesa las viandas que cada uno traía. Cuando comenzamos a comer, se arrimaban algunos y nos decían “Antonio, que buena fuente tienes de conejo, ¿me dejas probar un poco?, a lo que les contestaba, un poco pero sin descarrilarse, no vaya a ser que me quede yo sin comer, y a sin, poco a poco iban probando de las dos fuentes, lo que yo no sabía, es que el amigo traía carne de burro.

Cuando más de uno había picado y los dos terminamos de comer, mi amigo empezó hacer el burro y a mí me dio por hacer el gato. De la que se montó, salimos por patas de la bodega, pues si nos hubiésemos quedado, nos corren a palos. Estuve por el miedo más de seis meses sin pasar por la bodega, dejando que se enfriara el tema. Una mañana entre a tomarme un asiático con los pelos tiesos, por si la dueña me la montaba, pero nadie dijo nada y el tema quedo olvidado”.

Todavía vivían en Santa Ana, cuando lo cambiaron al turno de noche con las mangueras, un turno que a él le gustaba, además de ganar más dinero por la nocturnidad, seguía teniendo la carga y descarga de camiones por las mañanas y por las tardes limpiaba coches, además de limpiar el Pasaje de las Puertas de Murcia, al principio le daban 200 pesetas terminando con 13.000 pesetas, que se lo dejo, cuando se jubilo. Poco a poco mi mujer su madre y mi cuñada, me decían que nos viniésemos a los Barreros a vivir, que teníamos los médicos más cerca, el súper y otras facilidades, que no existían en Santa Ana. Por entonces tenía un Vespino que me costó 14.000 pesetas.

Buscando otra casa en Santa Ana, un día me junte con tres amañadores de alquiler, toda la mañana no paraban de cascar y convidarse, hasta que me vi el vuelo de estos tres pájaros y los deje, marchándome para mi casa. Una hora antes de comer, mi mujer estaba haciendo pescado frito, y se presentaron los tres en mi casa, todavía los invite a que se comieran un pescado y luego los largue, mi cartera la manejaba yo.

Antonio entregaba el sueldo en su casa, y se quedaba con sus propinas para comprarse de vez en cuando un cupón, tomarse su café y tabaco, el cual no se lo fumaba, lo encendía y el humo no se lo tragaba lo volvía a echar. Para él lo del tabaco era para tratar en sociedad. Cuando se rompía la lavadora, el frigo o cualquier cosa, de sus propinas que ahorraba, le decía a su mujer que no se preocupase y hay estaba él respondiendo con el pago, sin que se tocara el sueldo.

ANTONIO CON MI COCHE

Al final y de tanto follón, se marcharon de alquiler a la Calle San Juan de los Barreros, domicilio actual después de tantos años. Vendió la moto por 3.500 pesetas y pago la señal y el mes de alquiler por 2.400 pesetas, pero no tardaría mucho en reunir sus duros, era cuestión de seguir la marcha del trabajo. Como hombre de los de entonces, no se metía en nada de las conversaciones de sus hijos con su esposa, llevando ella el peso de la casa, más la crianza de los cinco hijos que tenia, nada fácil en aquella época, pues conforme se hacían mozas/os, querían volar muy rápidos del nido, desconociendo estos las vivencias de la calle en su momento. Eran unas mentes de guerra, pos-guerra, hambre y trabajo, mucho trabajo. Pero cuando alguno de ellos se ponía a trabajar y se enteraban que le hacían algo a sus hijos, no dudaba ni un momento en ir al sitio para poner las cosas clara, una cosa eran sus vivencias, pero él no estaba dispuesto a que sus hijos pasaran por el mismo aro, tal es el caso, que su hija Mayor Isabel, se coloco a trabajar en casa de un señorito, el cual era Primer Teniente de Alcalde del Ayuntamiento, un día se presento en su casa y le explico, que con el sudor de su hija no iba a jugar, y menos a no pagarle por qué él estuviera en el Ayuntamiento, le dejo muy claro que no tenía miedo a que lo echaran, pero que no tuviera cojones a mirar mal a su hija y menos a trabajar sin cobrar.

Antonio tenía un carácter muy fuerte, además de ser muy estricto con sus hijos, sobre todo con el barón, al que le exigía más que a sus hijas, todo lo contrario que su esposa, la cual como madre, les tapaba a sus hijos alguna jugarreta de jóvenes. Con los años el carácter de Antonio fue cambiando, convirtiéndose en una persona totalmente distinta, serenada, con sus manías, pero sobre todo muy hablador sobre el paso de su vida por el mundo. Por mi parte y de esta forma se lo prometí, que dejaría constancia de cosas de su vida a través de internet. No se trata de presentar todos los actos de su vida, algunos de ellos trágicos y con dolor inmenso, todo no vale, y como considero no es cuestión de lanzar bombas para que personas puedan sentirse ofendidas, lo mejor de todo es presentarlo, conocerlo y aprender de aquellos currantes, que no pudieron ir a la escuela para conseguir que desde hace 40 años disfrutamos los Españoles, de libertad.

ANTONIO CON SU HIJA JUANI Y SUS NIETOS ALBERTO Y NOELIA

Continuando con la familia, nace su último hijo al que le ponen de nombre Francisco, pero la falta decisión de la vida les iba a poner un obstáculo en el camino. Francisco se pone malo con problemas graves de Corazón y tienen que trasladarse a Valencia. Antonio tenía dos cartillas, una del Ayuntamiento y la otra de trabajos, por lo que recibía 4.800 pesetas al mes, para hospedaje y comidas.

Encontraron un hostal cerca del hospital, y un bar cercano para comer. Antonio cogía el tren en la parada del Barrio Peral los domingos por la mañana, y volvía los lunes antes de la noche para incorporarse a su trabajo. En algunos casos su encargado Maestro Esteba, llego a cubrirle un permiso de 12 días, pues conocía de buena tinta el problema. Cuando se volvía para Cartagena, su esposa se quedaba allí, estando más tiempo en el hospital para los informes diarios y visitas, durante todo el tiempo Juana, estuvo en Valencia, sin tener que bajar a Cartagena.

Con el paso del tiempo, se quedaron solos en el Hostal, ya que los demás se habían marchado. Comían en el bar y por la noche, con un hornillo que se llevo Antonio, calentaban latas para cenar.

FRANCISCO TUDELA ALCARAZ

Un día mientras que esperaban el tren en Valencia para el regreso de Antonio a Cartagena, le pidieron a un encargado de Renfe si había algún problema por quedarse en la Estación, no poniendo ningún tipo de problemas por parte del encargado. Esa noche, encontraron una silla con una mesa para dormir, y en ese lugar se quedaron hasta la llegada del tren.

Por otro lado, su hija mayor Isabel, era la encargada de llevar la casa, haciéndoles la comida a sus hermanos, además de las tareas de la casa. Antonio les dejaba dinero para que no les faltase de nada.

Al tiempo de ser tratado Francisco en el Hospital de Valencia, se recupero y todo volvió a la normalidad. Su hijo Antonio, después de obtener el Graduado Escolar, estuvo realizando varios trabajos, pasando por sitios de primer orden, como el negocio de los hermanos Romanes, que llevaban el negocio del Puerto y el Chamonix. Pero las inquietudes del Barón pasaban por quererse ir de voluntario al Ejercito. La primera vez lo acompaño al Gobierno Militar y el encargado de reclutamiento, le convenció exponiéndole que era muy joven  que estaba en edad de ayudar a sus padres, pero la idea seguía en su cabeza, y al año siguiente convenció a su padre para marchar de voluntario, realizando el servicio como Caballero Legionario de la Brigada Paracaidista.

Antonio, cuando quería ver a su hijo, cogía la moto y se lanzaba a la carretera con sus paradas correspondientes, hasta llegar al cuartel. Aunque él es duro de mollera, me habla muchas veces de su hijo y anécdotas vividas con él, teniendo una memoria impresionante, dando datos del lugar y de los hechos acaecidos. “Mi hijo trabajaba para el depósito franco y tenía que suministrar a los barcos de la armada, donde estuvieran. En un viaje con mi hijo lo pase criminal, de vez en cuando parábamos a tomarnos un café, pero a la vuelta comencé a sentirme mal, tenía un dolor de tripa que no podía con él, al principio no le dije nada a mi hijo, pero llego el momento en que no aguantaba más. Paramos en una farmacia y le explique el problema, en la farmacia me dijeron que enfrente había un bar, que comiera unos pescados y que se me quitaría. Ni pescados, ni nada de nada, mientras que mi hijo comía, no paraba de andar por el pasillo del bar. Cuando llegamos a mi casa, me tire al suelo y me quede sobao, quitándome el dolor, después de soltar lastre”. Aunque de vez en cuando me vuelve a contar esta historia y otras, lo cuenta con el mismo énfasis y entusiasmo, ya que si le dejas llevar la batuta de la conversación, gana por partida. Empieza a preguntar si he conocido la fuente de los burros, las puertas de Madrid, la Plaza de los Carros, y tantos lugares antiguos, en donde él ha tenido parte de su vida en la historia.

En su trabajo del Ayuntamiento por las noches, cuenta que se veía de todo. Una de las cosas que bien recuerda es la época del Alcalde José Antonio Alonso, este, de vez en cuando salía por las noches para hacerle una visita a la brigada de limpieza, hablaba con ellos y en alguna que otra ocasión les invitaba a tomar café. “De todos los Alcaldes que he conocido, este se preocupaba por el personal”, palabras más que de agradecimiento que Antonio dignificaba en el Alcalde José Antonio.

Cuando terminaba el turno de la noche, enganchaba de vinatero, viajando desde el Plan, hasta cerca de Lorca. Pillo donde los haya, me cuenta lo que hacía con las propinas en la época de Navidad. “Cuando llegaba la época, y se acercaban las fiestas, mi jefe contrataba a otro hombre para desarrollar el trabajo que había en fiestas, pero yo me adelantaba a la jugada. Cuando íbamos a la manga y antes de contratarlo, yo pedía el aguinaldo y los jefes y encargados de los bares me daban buenas propinas. Cuando comenzó a trabajar mi compañero, yo le mandaba a despachar a los sitios por los que ya me habían dado propina, mientras que yo, seguía la marcha. Me sacaba buenos duros, ganaba en ocasiones más propinas que el jornal del día”. Picaresco es una de las definiciones, pues sin haber pasado por la escuela, nadie le engañaba en el tema de los cuartos. Ya le paso una vez con la Guardia Civil, a los que les hizo cara. Estaban jugando una partida a las cartas con perras, cuando llego una pareja de la Guardia Civil y los pillo a todos, estos empezaron a coger las perras de encima de la mesa, hasta que llegaron al lugar de Antonio. Cuando el Guardia Civil estiro su mano para cogerle el dinero, Antonio puso la mano encima y le dijo “donde va usted agente, este dinero es mío, y yo no sé lo que usted va a hacer con él, si se lo va a quedar o lo va a entregar en el cuartel, además no estoy haciendo nada malo, ni le robo a nadie, ni me roban a mi”. Entre una discursión con el Guardia Civil, este decidió marcharse con el dinero de los demás menos el de Antonio, el cual se puso bravo.

Una de sus buenas cualidades es la comida, las morcillas, panceta, longaniza, arroz con boquerones, y entre otras mucha cuchara, tras su jubilación se puso enfermo y le quitaron parte de sus manjares favoritos, no siendo problema para él, pues lo que le diga un medico lo cumple al dedillo. Aunque la Doctora María Luisa le dijo que se podía tomar una copa de vino en la comida, ni lo prueba, el se conforma con agua y de vez en cuando una cerveza, pero eso si cero cero. Cuando se le dice que quiere de comer él se expresa que no se le haga mucho, pero cuando se encuentra en la mesa con su ensalada y un buen plato de habichuelas con cerdo hasta los bordes, deja el plato más limpio que casi no hace falta lavarlo. Hombre de buen comer en todos los sentidos, sin ponerle pegas a la comida del Hospital, y todo tiene un significado “he pasado tanta hambre en la guerra y tras ella, que ahora me lo como todo”.

Volviendo a la época de sus inicios en la Calle San Juan de los Barreros y tras mejorar la enfermedad de su hijo Francisco, se casarón sus cuatro primeros hijos, aunque todos los domingos su mujer preparaba comida para todos y los reunía en su casa, cosa que con el paso del tiempo y la edad de Juana desapareció.

Se había quedado con su mujer, su hija Laura y su hijo Francisco, y de vez en cuando cogían los enseres de la playa los domingos y se marchaban, aparte de que de vez en cuando, se reunían todos en la playa. En una ocasión de estas tubo un percance con el palo de la sombrilla, “estábamos en la playa y estaba preparando el agujero para plantar la sombrilla, mi hija Juani no paraba de decirme, Papa donde clavo la sombrilla, mientras que yo le contestaba, espera, cuando lo considere le dije venga clávala, y me contesto, ¿Dónde?, respondiéndole rápidamente aquí, señalando el agujero, cuando fue a clavarla en vez de en el suelo, me la clavo en el pie. Aquello echaba sangre como los cochinos y me lo estuve curando todo el día con el agua del mar”. Detalles pintorescos como estos ha tenido muchos a lo largo de sus 89 años, pero ha sabido salir de ellos con humor, esos si, en ocasiones con mal humor.

LAURA CON SUS PADRES JUANA Y ANTONIO

Según me cuenta, además de pasar algunas dificultades, el plato de comida para sus hijos nunca ha faltado, además aún estando casados, su mujer se encargaba que no pasaran dificultades en aspectos de comida, pues los principios de aquella época no eran muy buenos para los matrimonios jóvenes, ya que se ganaba poco, y en ocasiones si los maridos trabajaban, las hijas se marchaban a comer a su casa con los nietos, haciéndole compañía a Juana.

Cuando la cosa mejoro un poco, solo se quedo con su trabajo en el Ayuntamiento del que era plantilla y la limpieza del Pasaje en las Puertas de Murcia. Como dije anteriormente uno de los pescados que más le gusta es “el boquerón”, además de a su hija Laura. Una mañana cogió su vespino y se marcho a la Plaza de Santa Florentina para comprar boquerón para los dos, cuando lo tenía comprado, cogió el vespino y se dispuso a regresar. Al llegar al cruce del Paseo de Alfonso XIII, un coche se salto el semáforo y lo atropello. La moto la partió por la mitad, y el salió disparado contra la acera, teniendo varios hematomas, cristales en la cabeza y otras heridas de consideración. Mientras que el público lo calmaba hasta que llegase la ambulancia, él ya tenía en su cabeza su idea. Llego la ambulancia para transportarlo al Rosell. Cuando lo estaban subiendo les dijo la bolsa blanca también, que no se olvide, y apareció en Urgencias con la bolsa entre los pies, en ella se encontraban los boquerones, mientras que los médicos lo atendían el estaba pendiente de la bolsa, por si se perdía, hasta que llego la familia y pudo darle la bolsa de boquerones, expresando que eran para su hija Laura. Antonio en aquella época era de armas tomar, cuando se le metía algo en la cabeza, solo valía lo suyo, por mucho que los demás le dijeran.

Cuando el seguro del coche se hizo a cargo de los gastos, le dijeron de pagarle la moto para que se comprara otra, este dijo que no, que quería su moto arreglada, tal era el empeño, que tuvieron que buscar un taller para soldar las dos partes de la moto y que esta quedara bien.

Para que sus dos hijos pequeños junto con su mujer pudieran disfrutas la playa, o los viajes programados a Alicante, Benidorm y otros lugares, cuando algún compañero quería salir con un mes más de permiso, Antonio se lo vendía y trabajaba su mes de vacaciones en lugar del otro, consiguiendo con ello su sueldo más el del otro compañero, eso sí, siempre que el encargado lo supiera, pues no quería después historias.

JUANA CON  SUS NIETOS NOELIA, JOSÉ DAVID Y JUAN ANTONIO

Con su mujer Juana tenia discusiones por el turno de noche y más conforme iba cumpliendo Antonio más años, ella no quería que siguiera en ese turno, pero él se agarraba a que eran 40.000 pesetas más al mes por la nocturnidad.

Algunos de sus hijos a bromeado muchas veces con picarle el patio para ver si tiene dinero, cuando le sacan el tema se enfada y empieza a dar ideas, “cuando a tu madre se le ha roto la lavadora, el frigorífico o algo, lo he pagado yo de mis ahorros pues no tengo tanto vicio como los demás, me compro mi cupón, mi café, la gasolina de la moto y algún que otro paquete de tabaco (él no fuma, le daba una calada y sin tragarse el humo lo echaba por la boca, dice que era más para estar en la sociedad), ¿ quién compro el veta que me costó 120.000 pesetas?, yo con mis ahorros”. No le gusta la broma, pero a mí me ha confesado, que cuando era más joven se hacia una alcancía en la pared y metía perras, cuando hacía falta y no había nadie, sacaba el dinero para lo que fuese, y remendaba el agujero.

El Ayuntamiento no tenia al persona en la Seguridad Social en antaño, de hecho, compañeros de él, se llegaron a jubilar cuatro años antes con 30.000 pesetas. Cuando se llego al acuerdo, los sindicatos reunieron al personal y fueron explicándoles que se iban a dar de alta a todos en el sistema de pensiones con la antigüedad, a él se lo explico una muchacha y solo le pregunto que si era bueno para él, al decirle la muchacha que sí, que no se preocupara, firmo los papeles.

Cinco años antes de su jubilación fue el padrino de mi boda, llevando a su hija Laura al altar el 7 de mayo de 1988. Para él fue un día de ilusión y emoción, su última hija, su pequeña, se casaba. Pero lo que son las cosas de la vida, nos fuimos a vivir a cinco minutos de su casa, por lo que Laura tenía asegurada las tardes con su Madre y hermanas.

JUANA Y ANTONIO PADRINOS DE MI BODA, ADEMÁS MI PADRE(E.P.D)

Fuente de sabiduría y sentido común, Antonio y Juana criaron a mis hijos Alberto y Noelia, mientras que los dos trabajábamos, generando comentarios del que estos nietos estaban más rozados que el resto, sin comprender que eran otros tiempos y otra edad.

JUANA Y ANTONIO CON SU HIJA LAURA SUS NIETOS JUAN Y NOELIA Y SU BICNIETO JUAN ANTONIO

Cuando Nació Noelia, hubo un fallo medico, pues nació con falta de oxigeno y no se lo suministraron, además de poner en el parto “Normal”. Los ingresos eran permanentes, fue una época muy mala y sufrida, sobre todo para Juana que era la que estaba al pie del cañón, cundo había que salir corriendo a las cinco de la mañana, mientras que ella se hacía a cargo de Alberto en el Hospital, nosotros nos dedicábamos a hacer preguntas y preguntas a los médicos. Nos recetaron “Luminaleta”, este comprimido había que chafarlo, pesar la cantidad y dárselo, el problema es que en el caso de dosis altas o bajas, le podía quitar la vida. Utilice todos los recursos posibles y gracias a mi Jefe D. Francisco Giménez Ballester, me hacían el corte y el peso en una Farmacia, ya que este proceso habían dejado de hacerlo. Por otro lado, mi Jefe, se encargo del traslado al Hospital Infantil de la Arrixaca, para tener mejores cuidados.

Antonio, sufría este proceso en silencio y con preocupación, como suele hacer cuando sucede algo en el seno de su familia. Una noche le dieron las convulsiones a Noelia, comencé el proceso que me habían indicado los médicos, desde guantazos hasta meterle la cabeza en el congelador, pero no arrancaba. El panorama era impresionante, mi mujer nerviosa y llorando, y a los pies mi hijo Alberto de tres años, suplicándole a su madre que no le pegara papa a su hermana, cuando tras unos minutos de angustia, arranco llorando. Llame al Rosell y explique el proceso sucedido, me indicaron que la llevara para ponerle un suero en la cabeza intravenosa, pero pensando y gracias a la disposición del vehículo de la empresa a mi disposición, nos metimos todos en el coche, pase por mi suegra, y no les voy a engañar, la cara de mi suegro era un poema, con los ojos enrojecidos, asustado y sin saber lo que decir. Salimos en dirección al Hospital de Murcia y además de que el viaje se me hizo largo, no se me olvida la imagen al mirar por el retrovisor, viendo a mi suegra con mi hija en los brazos, con la mirada perdida y cantándole.

Al llegar al hospital, la ingresaron, le pusieron los sueros pertinentes y la alarma por si dejaba de respirar. Por la mañana y durante las visitas a través de un cristal, mi hija estaba boca abajo, cuando de repente mi suegra me dijo, “la cría se está poniendo morada”, la alarma no funcionaba, empecé a golpear el cristal y se dieron cuenta del problema. Hasta ese momento, los médicos desconocían lo que sucedía, pero en ese detalle se dieron cuenta.

El doctor nos hizo pasar a la consulta y le dijo a mi mujer que le explicara el parto, tras su versión, el médico diagnostico sufrimiento fetal ante la falta de oxigeno. Fuerón cinco años, en donde mis suegros actuaron en todo momento como Padres, más que abuelos. Tras la última consulta a la que fui solo por consejo de la doctora (esos nos hizo ponernos más nerviosos), esta me indico que “de un millón se salva uno y que ya no hacía falta que fuera más con mi hija, pues ella era una de las del millón”, explote de una inmensa alegría, les di besos a todos los que habían en la sala, estaba loco por contárselo a mi mujer y a mis suegros, me lance a la carretera y cuando llegue a casa de mis suegros en donde me esperaba mi mujer con mi hijo, les dije que mi hija se había salvado, Antonio con gran emoción giro la cabeza para que no se le vieran las lagrimas, aquello fue una gran fiesta para todos, pero lo más importante fue descubrir a un hombre que se acongojaba en sus sentimientos, en unas lagrimas de descanso y como no, en el sentir de un Padre.

ANTONIO CON SU HIJA LAURA Y SUS NIETOS NOELIA Y CRISTIAN

Antonio se retira en el año 1993, con un homenaje y la entrega de una placa por parte del Alcalde José Antonio Alonso, del cual, tiene una foto como recuerdo. Se queda con el uniforme de gala de los Barrendero y la chapa que en antaño llevaban. Él preveía disfrutar de viajes con su mujer, ilusión que hoy en día recuerda, pero la enfermedad que le surgió trunco todos sus deseos. Por otro lado y para mayor desgracia Juana también enferma, y cada uno en sus enfermedades van superando poco a poco la frustración con inquietud.

Juana que había dado más muestras de ingresos por la complicación de enfermedades, fallece en julio de 2016, en Antonio genera una invades de soledad, que poco a poco y sin darse cuenta, sus enfermedades empeoran, de tal forma que en tres ingresos los médicos aconsejan que vayan los familiares para despedirse, pero la fortaleza y el buen saque, hizo que saliera de esos vitales momentos.

JUANA Y ANTONIO CON SUS HIJAS JUANI Y LAURA

Tras los cuidados por parte de su Hijo Antonio, Juani y Laura, mantiene el humor y el buen comer. Antonio es el de mantenimiento y cada vez que tiene que hacer algo, Antonio se adelanta a picar, desmontar y otros menesteres, con la reocupación por parte de su hijo, teniéndole que indicar que se esté quieto, que él no está para esos menesteres, pero él sigue a su bola.

Su churri Juani, le alegra los momentos más angustiosos, desde llevándole sus postres favoritos, hasta estando al pie del cañón en todo momento.
ANTONIO CON SU HIJA JUANI - SU CHURRI

Laura, es su mano derecha por no decir el ojo, le limpia la casa, le hace la comida y cena, lo acuesta, y cuando algún día se retrasa, le dice que es tarde, pues la dependencia que tiene con ella, es la misma que tenía su esposa Juana.

Ahora tiene la ilusión de que su hija Laura se saque el carnet de conducir, y expone que “el día que te lo saques nos vamos tu marido, mi nieto y yo, a la aparecida a comernos unas morcillas y longaniza, esos sí, con una cerveza 0.0, mi yerno que se beba unos buenos vinos del campo”.

ANTONIO CON SU HIJA LAURA Y SU NIETA EVA

Con 89 años, sigue luchando con sus enfermedades y tiene muchas ganas de vivir, aunque de vez en cuando vienen los recuerdos de su querida Esposa, y no tiene ganas de fiestas, el día de su cumpleaños uno de Agosto y con su mujer recién enterrada, solo quería la tarta, y no quería nada de música. La noche buena del 2016 fue muy difícil para él, no pudiendo aguantar en la mesa e indicando que lo acercaran a su casa. Todavía no ha superado la perdida aunque intente disimularlo, ya que este matrimonio que vivió muchos momentos difíciles a lo largo de la vida, supieron en todo momento estar juntos para sobrepasarlos con gran humilde y entereza. Aunque haya problemas se hace el longui dando a entender que no se entera de nada, pero en sus confesiones me suele sacar los temas, preocupándose de los problemas de sus hijos. Las Enfermeras ya lo conocen como Rambo, debido al Sitrom que hace que sobresalgan el color de las venas en morado.

HOSPITAL DE SANTA LUCIA ANTONIO CON SUS HIJAS JUANI Y LAURA Y SU NIETA NOELIA - RAMBO

Aunque algunos lo tomen de mala forma, en el fondo y con el paso del tiempo es un hombre de gran corazón, entregado y agradecido, pero cuando se le cruzan los cables con algún tema, no hay nadie que por mucho que intente cambiarlo de opinión, lo consiga.

Para concluir y quedándose muchas historias privadas en el tintero y por no herir la sensibilidad de nadie, he de decir que aunque me quede sin padre antes de lo debido, Juana y Antonio, se han portado para mí como dos Padres, colaborando en todo momento y preocupándose por mí, sirva un detalle que jamás olvidare; “Una mañana del jueves 19 de octubre me levante con las tensiones muy altas y las pulsaciones entre 120-130, a lo largo del día realice mis rescates para bajarla pero no había forma. Por la noche acompañe a mi mujer a casa de mi suegro, y estando allí note una subida de tensión, me la tome y tenía 19/15 y 118 pulsaciones en reposo. Se llamo al 112 y mandaron una ambulancia, la cara de mi suegro parecía un poema, pues él es conocedor de mis enfermedades, cuando el doctor decidió trasladarme al Hospital de Santa Lucia (además de mis problemas cardiacos), observe algo que nunca imagine, al irme a meter con la camilla en la ambulancia, se acerco mi suegro para desearme suerte y conforme se volvió, comenzó a llorar y a frotarse los ojos, fueron segundos, pero para mí, fue el detalle del Padre que se preocupa por su hijo”.

Y para concluir y como le prometí, esta publicación quedara con su nombre, y con el reconocimiento de la sabiduría de lo que sufrieron dos niños como Antonio y Juana, durante la Guerra, la Posguerra, una Dictadura y una Democracia, haciéndose adultos con poca edad, luchando para comer, buscando trabajo para que a sus hijos no les faltara de nada, este es el valor que los hijos tenemos que reconocer en todo momento de la vida, pues si la existencia de ellos y gente de su época, hoy no tendríamos la libertad que lucimos.

JUANA Y ANTONIO




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