La
vida en sí es propia de aventuras de las cuales se pueden encontrar en todos
los conceptos héroes y villanos, no obstante la travesía es larga para algunos
y corta para otros, y en este caso me dispongo a relatar la vida de un hombre
que conoció la monarquía, la II republica, la guerra civil Española, una dictadura
y a tres Reyes, además de la actual Democracia. Un hombre de los de antaño, de los
que la política para el desarrollo de su vida no intervino en ninguna ocasión,
su pasado se centra en el hambre que paso como niño.
Para
algunos es posible que no se pueda entender el concepto de valores de la época,
pero como él dice, “existía un respeto hacia la familia y a las personas mayores ”, aunque
tanta modernidad y democracia bananera, le hace reflexionar sobre sus
vivencias, realizando conclusiones pesimistas para la juventud, exponiendo que el pasado esta de vuelta... "están dividiendo al pueblo y eso no es bueno.
Antonio
Tudela Bermejo nace en la calle Andújar de San Antón el 1 de agosto de 1928,
fruto del matrimonio de Antonio e Isabel, siendo el mayor de los hermanos
Joaquín, Pepe (E.P.D.), Julio, y de una hermana que murió a las pocas semanas
de nacer, en manos de una amiga de la familia, llamada Lorenza.
ANTONIO TUDELA BERMEJO |
Todo marchaba sin problemas en una familia obrera que no entendía de política. Su padre trabajaba el espalto en bola (de ahí el apodo de Antonio el Bola), y su madre cuidaba de sus cuatro varones, al mismo tiempo que estaba en cinta. Antonio ayudaba a su padre de vez en cuando en las tareas del trabajo, recuerdos que le llevan a una mañana en plena Guerra Civil Española. Su padre se despidió de sus hijos con un beso y no volvieron a verlo. Con tan solo 8 años de edad y tras la caída de una Bomba en el antiguo Penal de Marina (conocido como Cuartel de Instrucción de Marinería), quedo huérfano de Padre y de tío, escapándose de dicho acto fatídico, su tía tita, que militaban en la CNT.
Con
aquella edad tan temprana no entendía de bandos ni de política, simplemente
aquel niño tendría que aprender con pasos de gigante la forma de ayudar a la familia, ya
que el hambre hacia mella en ellos y no en
sentido figurado, más bien con la suerte de pillar un pedazo de pan duro después de unos
tres días sin comer.
Sin
ningún tipo de ingresos tuvieron que dejar la casa de San Antón y marcharse a una
cueva que tenía su abuelo en los Barreros, todo un lujo para el momento, con tres habitaciones, una cocina,
un pozo y otros elementos de una cueva más que adecentada de la época.
Debido
a que su madre se tuvo que marchar a servir a Cádiz o Ferrol (no recuerda muy
bien), quedaron bajo la tutela del abuelo. Desde este momento su infancia se iba
a convertir en un calvario.Por ser el mayor de los cuatro
hermanos, recuerda al abuelo con un corto pero intenso pensamienro... “A sus hijos y a mis hermanos no
los tocaba, pero a mi…” en ese momento su intensa mirada queda
fija en el pasado, añorando la perdida de una infancia que quedo rota.
La
convivencia con el abuelo no era tan buena de esperar, este lo mandaba a coger
colillas por toda la zona del tranvía, desde el amanecer hasta la recogida de estos en las cocheras de San Antón. Al llegar seguia la faena, trepando a las higueras con el fin de pinchar higos, vigilando los que estaban al gusto del abuelo, tareas para un niño en el que la infancia quedo marcada con fuego en el alma.
Fue
a un colegio de los barreros, el cual fue construido entre dos casa. Él mismo
recuerda hechos de la escuela; “habían unas mesas largas con bancos, y en
las mesas un tintero y una pluma para escribir. El fenómeno de profesor,
realizaba castigos físicos continuamente con una regla o nos ponía de rodillas
entre las piedras del patio, tras considerar esta situación y el hambre que
pasaba, un día cuando el profesor fue a pegarle, le tiro el tintero por encima,
y salió corriendo, no volviendo a la Escuela”.
Durante
toda su infancia tuvo que trabajar duro para comer, aunque como él reconoce “pase mucha hambre, y las palizas y
esfuerzos no compensaban en la infancia de un niño”. Hoy en día se
arrepiente mucho de que su madre no lo dejara en la Misericordia, ya que por lo
menos la comida no le hubiera faltado, (dándole totalmente igual las palizas de las monjas) además de
aprender a escribir y leer, cosa que le hubiera gustado hacer..."sin ir a la escuela la vida me enseño, muchas cosas"
Cuando
la madre volvió de servir, se fue a la cueva del abuelo, alegrándose de ver a
sus hijos, los cuales, y en especial Antonio, esperaba con esta llegada cambios
drásticos es su vida. No fue lo esperado, pues la pobreza estaba más que
instalada sobre esta familia desde la desgraciada perdida de su Esposo y padre.
A
su mujer Juana (E.P.D.), la conocía de niña, coincidiendo en ocasiones cuando
salían con las madres y otros vecinos a coger naranjas para ganarse un trozo de
pan. Para ello utilizaban los trenes de mercancías. En algunas ocasiones todo
salía bien, en otra, las naranjas se convertían en propoedad de los civiles. Alguna noche y recorriendo los campos de toda la Región de
Murcia, dormían a la intemperie, mellando el frio en ellos, pero la lucha
desesperada por ganarse un plato de comida, superaba cualquier condición.
En
una ocasión, volviendo a Cartagena de la recogida de naranjas, observaron mucho
movimiento de tropas nacionales, parando el tren en Torre Pacheco y volviendo
este a Murcia para traer tropas, “esa noche, encima de las cuevas habían
soldados con ametralladores, no sé cómo pude llegar a la cueva, todavía sigo
pensando que vieron a un niño y lo dejaron pasar, aunque por otro lado, me
podrían haber matado allí mismo”.
Una
de las cosas de las que está agradecido a Franco fue la creación de comedores
sociales, al que acudía habitualmente en los Barreros, estando situado en lo
que era el casino, en este mismo lugar hizo la comunión, sin ningún tipo de
festejo. “hay se comía lo que había no te daba tiempo a separar el gusano u lo
que viniese, todo lo que entrase en la barriga, era engañar parte del hambre
que pase”.
Entre
colillas, higos y otros trabajos de la tierra, además del abuelo, fueron
pasando los años, hasta que sin darse cuenta llego a los 18 años, edad en la que soñabas
por un trabajo. El tiempo paso muy lentamente hasta el día que fue llamado para realizar el
servicio militarm allá por el año 1950. Mientras realizo trabajos de
pastor, de guardar campos, de trillar, de albañilería, y como no de pico y
pala, rascar con cepillo y pintar los tubos de
gigantescas bolas.
“Para
marcharme al servicio militar cogí un tren de Cartagena a Murcia y de esta a
Alicante, en donde embarque para la ciudad de Mahón, nos dieron unas latas de
conservas y chocolate. Tras 2 noches y un día, navegamos hacia nuestro destino
en donde nos esperaba la banda de música para acompañarnos al cuartel, formando
en el patio con mi maleta de cartón, que era lo que más se utilizaba, las de
madera, las compraban los más pudientes. Estando ya en el cuartel pase primero
por la barbería, y después me dieron provisionalmente ropa de faena y la llave
de una taquilla. Una de las cosas que me llamo la atención al ir desfilando por
las calles de Mahón hasta el Cuartel, eran la gran cantidad de mujeres
embarazadas que veían el desfile, en ese momento y como mozo, pensé que a mí no
me pillaba ninguna, ya que no me gustaba arreglarme con ninguna moza, más bien
tontear”. De esta forma, describe
Antonio sus inicios en lo pretendido al inicio de su servicio militar.
El
servicio militar tan lejos de casa, le hacía fortalecerse, ya que la mayoría de
las guardias, las hacia custodiando presos, en las que tenía que tener mucho
cuidado ante estos. “Yo me sentaba en unas piedras y ellos trabajaban el terreno, lo tenía
muy claro, si se arrimaba alguno, le daba el alto, si seguía tiro al aire, y a
las malas, tiro a las piernas, era la suya o la mía. Los domingos a misa con la
banda de música. La comida del cuartel llevaba muchos cucos, los cuales no se
podían apartar, y que el sargento no te pillara, si no, se te caía el pelo”
Un
día que salió de paseo le ocurrió algo casi imposible de entender, al entrar a
una tienda, se encontró en el escaparate de postales y fotos, a la que
posterior iba a ser su mujer, en ese momento no entendía del porque esa foto
tan lejos de Cartagena. En aquella época los fotógrafos hacían fotos a los
viandantes y luego las exponían para venderlas, el misterio en sí, es que
aquella foto llego hasta Mahón, esto le produjo un poco de celos pasajeros.
Al
año de estar en el servicio militar le concedieron un mes de vacaciones,
regresando de Mahón a Barcelona y hasta Cartagena en tren. Al llegar a la cueva
de su abuelo, las cosas habían cambiado, su hermano Julio estaba trabajando en
el Campo, Pepe ya había muerto y Joaquín se dedicaba a hacer pozos, mientras
que su madre trabajaba de asistenta en las Puertas de Murcia en casa de un
comandante.
El
mes de vacaciones estuvo trabajando y buscándose la vida para ganar unas
pesetas, bien lo hacía en el campo, que cargando camiones, etc., en ocasiones
tenía hasta tres turnos diferentes de trabajo. Durante todo el mes les estuvo
dando la tabarra una mujer que conocía para que se casase con su hija María,
pero el sabia con quien quería casarse y ha muchas les dijo que no.
Al
concluir las vacaciones volvió a Mahón con la rutina habitual, cuando le daban
permisos durante la semana o fin de semana, trabajaba a jornal en el campo
cogiendo frutas, quitando hiervas, arreglando a animales, etc., hasta que a los
24 años se licencio y volvió a Cartagena.
Nada
más llegar encontró trabajo con un amigo Cabo primera que se había venido los
dos de Mahón. Era en la Calle XVIII, haciendo zanjas para todo el
alcantarillado que bajaba hacia Cartagena, en una de esas mañanas de lluvia el
Cabo primero le dijo “Antonio, esto no es para mí, y encima se
gana poco jornal, creo que me voy a incorporar al servicio, que hay por lo
menos tengo un plato de comida caliente, además de mi humilde sueldo”.
Tan duro era el trabajo a pico y pala, que muchos no aguantaban.
Casi
al terminar la obra, engancho con la misma empresa poniendo adoquines desde el
antiguo puente del Bohío, hasta la Plaza de España. Mientras, en lo personal
comenzó a cortejar a la que sería su esposa “Juana”, hasta que consiguieron
unirse. Aquella muchacha de su infancia con la que compartió parte de la suya y
la que le puso celoso en la foto de Mahón, era su Esposa.
Viviendo
en la cueva nacieron sus hijos; Isabel, Antonio, Mari, y Juani. La
responsabilidad de estar casado con cuatro bocas que alimentar, no le daba el
jornal de un solo trabajo, para toda la familia, aún de esta forma, acudía a su
trabajo y a la terminación de este, se ponía a cargas camiones de bebidas y
alimentos, sacándose un jornal más, pero para apretar más, cuando terminaba de
cargar los camiones, se marchaba por la noche con el camión de la basura que
recogía la zona desde Cartagena hasta la manga.
SU HIJO ANTONIO CON SU NUERA ANI Y SU HIJO ANTONIO |
Al
poco tiempo le salió trabajo en refinería como pintor, peón, montador y lo que
hiciese falta, era un hombre que no se achantaba ante el trabajo, pero la mala
suerte se cebo con él, estando en el trabajo tuvo un accidente teniendo que
meterse en el seguro, siendo su Médico Antonio Clavel. Este médico le recomendó
que comiera carne a la plancha, verduras, pescado, etc., explicándole al médico
que eso era imposible y más con la baja.
FABRICA DE REFINERÍA |
“Lo
que cobraba por el seguro no me daba para mantener a la familia y al estar
enfermo, no podía acudir a los otros trabajos, por lo que el economato que
cogía, lo tenía que vender para sacar unas perras y poder comprar comida para
el resto de la familia, mientras mi curación era muy lenta, me ponían todos los
días hielo en el pecho, pasando unos dolores de muerte y sufriendo al mismo
tiempo por la situación de la familia. Después de unos meses y sin haberme
curado, el Médico me dio el alta, y como no podía asistir al trabajo me echaron
de la refinería. Hoy en día con lo que sé, no me la hubiera jugado el Medico”
Cuando
se puso bien de su enfermedad, fue buscando trabajos a la aventura, le daba
igual que fuese a pico y pala, que cargando y descargando camiones, en el campo
o en los albañiles, el caso para él, era poder llevar un trozo de pan a la
casa. Desde haciendo garitas en los cuarteles como albañil, pasando por llevar
tronos en Semana Santa cobrando…”antiguamente tenias que tener mucha
amistad con el encargado que buscaba al personal para llevar los tronos, debajo
de este, teníamos botas de vino, sardinas, morcillas y lo que hiciese falta”.
También trabajo en los albañiles metiendo tubos en los cementerios, de aprendiz
en el taller del Padre del tendero conocido como “Gallego”, pero él en realidad
quería trabajar por las noches, ya que se ganaba más por la nocturnidad.
“En
una ocasión fue a pedirle ayuda al cura de los barreros, el cual, le hizo una
carta de recomendación para que fuese a los Americanos que estaban
construyendo. “Cuando llegue y pregunte por el encargado, y le dije que me
recomendaba el cura, este se puso histérico, yo pensaba que me iba a soltar
algún sopapo. Me dijo que en su país trabajan hasta los curas, y que las
recomendaciones de este no les servían de nada. El americano lo vio tan
humillado que le dijo; si viene usted mañana pidiendo trabajo por su cara, si
hay se lo doy. Iba tan muerto de hambre que le pregunte si podía comer del
rancho, a lo que me contesto que sí. En ese momento era tanta el hambre que me
comí tres plato del rancho.
Volví
al cura y le conté lo que el americano me explico, al final entre por mi cara,
y tuve trabajo para alimentar a mi necesitada familia. El trabajo era duro,
pero había que ganarse el jornal como fuese”.
Al
poco tiempo se marcho a Santa Ana en concreto a los Ventorrillos, cambiando de
casa en el mismo pueblo en dos ocasiones. Un día Juana estaba haciendo para
comer unas morcillas, longaniza, ensalada y morcón, al poco le tocaron la
puerta unos testigos de Jehová, abrió la puerta y les dijo que era lo que
querían, estos le intentaron explicar por encima su religión. Antonio, los
invito a que entraran a la casa y los llevo al comedor, en donde la mesa estaba
preparada con todas las viandas. Se dirigió a ellos y les dijo “si coméis
de lo que hay encima de la mesa, podéis seguir ablándame de la Virgen y de los
Santos”, estos le contestaron que no podían comer esas cosas, a lo que
Antonio les contesto “ala, pues saliendo de mi casa, que está a
punto de entrar la Virgen”.
De
esta forma estaba creado Antonio, sincero pero tozudo a la vez, claro y sin
rodeos, el mando lo llevaba él, y aunque llegase uno más listo, siempre
terminaba saliéndose con la suya. En su forma más sincera de expresarse, dice
que paso mucha hambre, pero por otro lado prefiere lo de antes, que lo moderno,
exponiendo que antes los políticos no cobraban pero arramblaban y ahora es todo
lo contrario, cobran y roban.
Tras
tantos trabajos a lo largo de su madura vida, entro en el Ayuntamiento de
Cartagena como barrendero en el turno de día, ganando 2.500 pesetas, por las
tardes y noches, se buscaba la vida de vinatero o cargando y descargando
camiones. Estuvo también al mismo tiempo que estaba por las mañanas en el
Ayuntamiento, en el CHOPO, que era un concesionario de compra y venta de
coches, hay ganaba 300 pesetas y con los camiones 1.200 pesetas.
POSTEL DE BARRENDERO |
Estando
en Santa Ana, nació su quinta hija a la que puso de nombre “Laura”, aunque él
prefería un varón, la familia se componía de 7 personas, en donde su esposa,
hacia juegos malabares para levantar la hoya del día, pero con el esfuerzo de
Antonio se levanto cada día, mes y año.
Tanta
hambre pasaba Antonio que la siguiente historia, uno no sabe si reír o llorar: “Una
mañana enganche un gato y lo mate. Lo despelleje y le quite sus partes
internas, dejando con cuatro cañas cruzadas al relente de toda la noche. Por la
mañana lo prepare con su tomate y unas patatas recogidas en el bancal. Camino
de una venta que había antes de llegar al antiguo puente de los barreros, me
encontré con un amigo que también llevaba una capaza. Cuando entramos a la
bodega, estaba repleto de gente, así que trincamos una mesa para los dos y le
pedimos a la dueña una botella de vino. Ya la idea la tenía más que clara, pero
no tenia seguro como iba a reaccionar la dueña de la bodega, pues esta era de
armas tomas, tenía una mala leche, que enseguida bajaba el bastón colgado
encima de la barra.
Siguiendo
con nuestra historia, mi amigo y yo, sacamos encima de la mesa las viandas que
cada uno traía. Cuando comenzamos a comer, se arrimaban algunos y nos decían
“Antonio, que buena fuente tienes de conejo, ¿me dejas probar un poco?, a lo
que les contestaba, un poco pero sin descarrilarse, no vaya a ser que me quede
yo sin comer, y a sin, poco a poco iban probando de las dos fuentes, lo que yo
no sabía, es que el amigo traía carne de burro.
Cuando
más de uno había picado y los dos terminamos de comer, mi amigo empezó hacer el
burro y a mí me dio por hacer el gato. De la que se montó, salimos por patas de
la bodega, pues si nos hubiésemos quedado, nos corren a palos. Estuve por el
miedo más de seis meses sin pasar por la bodega, dejando que se enfriara el
tema. Una mañana entre a tomarme un asiático con los pelos tiesos, por si la
dueña me la montaba, pero nadie dijo nada y el tema quedo olvidado”.
Todavía
vivían en Santa Ana, cuando lo cambiaron al turno de noche con las mangueras,
un turno que a él le gustaba, además de ganar más dinero por la nocturnidad,
seguía teniendo la carga y descarga de camiones por las mañanas y por las
tardes limpiaba coches, además de limpiar el Pasaje de las Puertas de Murcia,
al principio le daban 200 pesetas terminando con 13.000 pesetas, que se lo
dejo, cuando se jubilo. Poco a poco mi mujer su madre y mi cuñada,
me decían que nos viniésemos a los Barreros a vivir, que teníamos los médicos
más cerca, el súper y otras facilidades, que no existían en Santa Ana. Por
entonces tenía un Vespino que me costó 14.000 pesetas.
Buscando
otra casa en Santa Ana, un día me junte con tres amañadores de alquiler, toda
la mañana no paraban de cascar y convidarse, hasta que me vi el vuelo de estos
tres pájaros y los deje, marchándome para mi casa. Una hora antes de comer, mi
mujer estaba haciendo pescado frito, y se presentaron los tres en mi casa,
todavía los invite a que se comieran un pescado y luego los largue, mi cartera
la manejaba yo.
Antonio
entregaba el sueldo en su casa, y se quedaba con sus propinas para comprarse de
vez en cuando un cupón, tomarse su café y tabaco, el cual no se lo fumaba, lo encendía
y el humo no se lo tragaba lo volvía a echar. Para él lo del tabaco era para
tratar en sociedad. Cuando se rompía la lavadora, el frigo o cualquier cosa, de
sus propinas que ahorraba, le decía a su mujer que no se preocupase y hay
estaba él respondiendo con el pago, sin que se tocara el sueldo.
ANTONIO CON MI COCHE |
Al
final y de tanto follón, se marcharon de alquiler a la Calle San Juan de los
Barreros, domicilio actual después de tantos años. Vendió la moto por 3.500
pesetas y pago la señal y el mes de alquiler por 2.400 pesetas, pero no
tardaría mucho en reunir sus duros, era cuestión de seguir la marcha del
trabajo. Como hombre de los de entonces, no se metía en nada de las
conversaciones de sus hijos con su esposa, llevando ella el peso de la casa,
más la crianza de los cinco hijos que tenia, nada fácil en aquella época, pues
conforme se hacían mozas/os, querían volar muy rápidos del nido, desconociendo
estos las vivencias de la calle en su momento. Eran unas mentes de guerra,
pos-guerra, hambre y trabajo, mucho trabajo. Pero cuando alguno de ellos se
ponía a trabajar y se enteraban que le hacían algo a sus hijos, no dudaba ni un
momento en ir al sitio para poner las cosas clara, una cosa eran sus vivencias,
pero él no estaba dispuesto a que sus hijos pasaran por el mismo aro, tal es el
caso, que su hija Mayor Isabel, se coloco a trabajar en casa de un señorito, el
cual era Primer Teniente de Alcalde del Ayuntamiento, un día se presento en su
casa y le explico, que con el sudor de su hija no iba a jugar, y menos a no
pagarle por qué él estuviera en el Ayuntamiento, le dejo muy claro que no tenía
miedo a que lo echaran, pero que no tuviera cojones a mirar mal a su hija y
menos a trabajar sin cobrar.
Antonio
tenía un carácter muy fuerte, además de ser muy estricto con sus hijos, sobre
todo con el barón, al que le exigía más que a sus hijas, todo lo contrario que
su esposa, la cual como madre, les tapaba a sus hijos alguna jugarreta de
jóvenes. Con los años el carácter de Antonio fue cambiando, convirtiéndose en
una persona totalmente distinta, serenada, con sus manías, pero sobre todo muy
hablador sobre el paso de su vida por el mundo. Por mi parte y de esta forma se
lo prometí, que dejaría constancia de cosas de su vida a través de internet. No
se trata de presentar todos los actos de su vida, algunos de ellos trágicos y
con dolor inmenso, todo no vale, y como considero no es cuestión de lanzar
bombas para que personas puedan sentirse ofendidas, lo mejor de todo es
presentarlo, conocerlo y aprender de aquellos currantes, que no pudieron ir a
la escuela para conseguir que desde hace 40 años disfrutamos los Españoles, de
libertad.
ANTONIO CON SU HIJA JUANI Y SUS NIETOS ALBERTO Y NOELIA |
Continuando
con la familia, nace su último hijo al que le ponen de nombre Francisco, pero
la falta decisión de la vida les iba a poner un obstáculo en el camino.
Francisco se pone malo con problemas graves de Corazón y tienen que trasladarse
a Valencia. Antonio tenía dos cartillas, una del Ayuntamiento y la otra de
trabajos, por lo que recibía 4.800 pesetas al mes, para hospedaje y comidas.
Encontraron
un hostal cerca del hospital, y un bar cercano para comer. Antonio cogía el
tren en la parada del Barrio Peral los domingos por la mañana, y volvía los
lunes antes de la noche para incorporarse a su trabajo. En algunos casos su
encargado Maestro Esteba, llego a cubrirle un permiso de 12 días, pues conocía
de buena tinta el problema. Cuando se volvía para Cartagena, su esposa se
quedaba allí, estando más tiempo en el hospital para los informes diarios y
visitas, durante todo el tiempo Juana, estuvo en Valencia, sin tener que bajar
a Cartagena.
Con
el paso del tiempo, se quedaron solos en el Hostal, ya que los demás se habían
marchado. Comían en el bar y por la noche, con un hornillo que se llevo
Antonio, calentaban latas para cenar.
FRANCISCO TUDELA ALCARAZ |
Un
día mientras que esperaban el tren en Valencia para el regreso de Antonio a
Cartagena, le pidieron a un encargado de Renfe si había algún problema por
quedarse en la Estación, no poniendo ningún tipo de problemas por parte del
encargado. Esa noche, encontraron una silla con una mesa para dormir, y en ese
lugar se quedaron hasta la llegada del tren.
Por
otro lado, su hija mayor Isabel, era la encargada de llevar la casa,
haciéndoles la comida a sus hermanos, además de las tareas de la casa. Antonio
les dejaba dinero para que no les faltase de nada.
Al
tiempo de ser tratado Francisco en el Hospital de Valencia, se recupero y todo volvió
a la normalidad. Su hijo Antonio, después de obtener el Graduado Escolar,
estuvo realizando varios trabajos, pasando por sitios de primer orden, como el
negocio de los hermanos Romanes, que llevaban el negocio del Puerto y el
Chamonix. Pero las inquietudes del Barón pasaban por quererse ir de voluntario
al Ejercito. La primera vez lo acompaño al Gobierno Militar y el encargado de
reclutamiento, le convenció exponiéndole que era muy joven que estaba en edad de ayudar a sus padres,
pero la idea seguía en su cabeza, y al año siguiente convenció a su padre para
marchar de voluntario, realizando el servicio como Caballero Legionario de la
Brigada Paracaidista.
Antonio,
cuando quería ver a su hijo, cogía la moto y se lanzaba a la carretera con sus
paradas correspondientes, hasta llegar al cuartel. Aunque él es duro de mollera,
me habla muchas veces de su hijo y anécdotas vividas con él, teniendo una memoria
impresionante, dando datos del lugar y de los hechos acaecidos. “Mi
hijo trabajaba para el depósito franco y tenía que suministrar a los barcos de
la armada, donde estuvieran. En un viaje con mi hijo lo pase criminal, de vez
en cuando parábamos a tomarnos un café, pero a la vuelta comencé a sentirme
mal, tenía un dolor de tripa que no podía con él, al principio no le dije nada
a mi hijo, pero llego el momento en que no aguantaba más. Paramos en una
farmacia y le explique el problema, en la farmacia me dijeron que enfrente
había un bar, que comiera unos pescados y que se me quitaría. Ni pescados, ni
nada de nada, mientras que mi hijo comía, no paraba de andar por el pasillo del
bar. Cuando llegamos a mi casa, me tire al suelo y me quede sobao, quitándome
el dolor, después de soltar lastre”. Aunque de vez en cuando me vuelve
a contar esta historia y otras, lo cuenta con el mismo énfasis y entusiasmo, ya
que si le dejas llevar la batuta de la conversación, gana por partida. Empieza
a preguntar si he conocido la fuente de los burros, las puertas de Madrid, la
Plaza de los Carros, y tantos lugares antiguos, en donde él ha tenido parte de su
vida en la historia.
En
su trabajo del Ayuntamiento por las noches, cuenta que se veía de todo. Una de
las cosas que bien recuerda es la época del Alcalde José Antonio Alonso, este,
de vez en cuando salía por las noches para hacerle una visita a la brigada de
limpieza, hablaba con ellos y en alguna que otra ocasión les invitaba a tomar
café. “De todos los Alcaldes que he conocido, este se preocupaba por el
personal”, palabras más que de agradecimiento que Antonio dignificaba en
el Alcalde José Antonio.
Cuando
terminaba el turno de la noche, enganchaba de vinatero, viajando desde el Plan,
hasta cerca de Lorca. Pillo donde los haya, me cuenta lo que hacía con las
propinas en la época de Navidad. “Cuando llegaba la época, y se acercaban las
fiestas, mi jefe contrataba a otro hombre para desarrollar el trabajo que había
en fiestas, pero yo me adelantaba a la jugada. Cuando íbamos a la manga y antes
de contratarlo, yo pedía el aguinaldo y los jefes y encargados de los bares me
daban buenas propinas. Cuando comenzó a trabajar mi compañero, yo le mandaba a
despachar a los sitios por los que ya me habían dado propina, mientras que yo,
seguía la marcha. Me sacaba buenos duros, ganaba en ocasiones más propinas que
el jornal del día”. Picaresco es una de las definiciones, pues sin
haber pasado por la escuela, nadie le engañaba en el tema de los cuartos. Ya le
paso una vez con la Guardia Civil, a los que les hizo cara. Estaban jugando una
partida a las cartas con perras, cuando llego una pareja de la Guardia Civil y
los pillo a todos, estos empezaron a coger las perras de encima de la mesa,
hasta que llegaron al lugar de Antonio. Cuando el Guardia Civil estiro su mano
para cogerle el dinero, Antonio puso la mano encima y le dijo “donde va usted agente, este
dinero es mío, y yo no sé lo que usted va a hacer con él, si se lo va a quedar
o lo va a entregar en el cuartel, además no estoy haciendo nada malo, ni le
robo a nadie, ni me roban a mi”. Entre una discursión con el Guardia
Civil, este decidió marcharse con el dinero de los demás menos el de Antonio,
el cual se puso bravo.
Una
de sus buenas cualidades es la comida, las morcillas, panceta, longaniza, arroz
con boquerones, y entre otras mucha cuchara, tras su jubilación se puso enfermo
y le quitaron parte de sus manjares favoritos, no siendo problema para él, pues
lo que le diga un medico lo cumple al dedillo. Aunque la Doctora María Luisa le
dijo que se podía tomar una copa de vino en la comida, ni lo prueba, el se
conforma con agua y de vez en cuando una cerveza, pero eso si cero cero. Cuando
se le dice que quiere de comer él se expresa que no se le haga mucho, pero
cuando se encuentra en la mesa con su ensalada y un buen plato de habichuelas
con cerdo hasta los bordes, deja el plato más limpio que casi no hace falta
lavarlo. Hombre de buen comer en todos los sentidos, sin ponerle pegas a la
comida del Hospital, y todo tiene un significado “he pasado tanta hambre en la
guerra y tras ella, que ahora me lo como todo”.
Volviendo
a la época de sus inicios en la Calle San Juan de los Barreros y tras mejorar
la enfermedad de su hijo Francisco, se casarón sus cuatro primeros hijos,
aunque todos los domingos su mujer preparaba comida para todos y los reunía en
su casa, cosa que con el paso del tiempo y la edad de Juana desapareció.
Se
había quedado con su mujer, su hija Laura y su hijo Francisco, y de vez en
cuando cogían los enseres de la playa los domingos y se marchaban, aparte de
que de vez en cuando, se reunían todos en la playa. En una ocasión de estas
tubo un percance con el palo de la sombrilla, “estábamos en la playa y estaba preparando
el agujero para plantar la sombrilla, mi hija Juani no paraba de decirme, Papa
donde clavo la sombrilla, mientras que yo le contestaba, espera, cuando lo considere
le dije venga clávala, y me contesto, ¿Dónde?, respondiéndole rápidamente aquí,
señalando el agujero, cuando fue a clavarla en vez de en el suelo, me la clavo
en el pie. Aquello echaba sangre como los cochinos y me lo estuve curando todo
el día con el agua del mar”. Detalles pintorescos como estos ha tenido
muchos a lo largo de sus 89 años, pero ha sabido salir de ellos con humor, esos
si, en ocasiones con mal humor.
LAURA CON SUS PADRES JUANA Y ANTONIO |
Según
me cuenta, además de pasar algunas dificultades, el plato de comida para sus hijos
nunca ha faltado, además aún estando casados, su mujer se encargaba que no
pasaran dificultades en aspectos de comida, pues los principios de aquella
época no eran muy buenos para los matrimonios jóvenes, ya que se ganaba poco, y
en ocasiones si los maridos trabajaban, las hijas se marchaban a comer a su
casa con los nietos, haciéndole compañía a Juana.
Cuando
la cosa mejoro un poco, solo se quedo con su trabajo en el Ayuntamiento del que
era plantilla y la limpieza del Pasaje en las Puertas de Murcia. Como dije
anteriormente uno de los pescados que más le gusta es “el boquerón”, además de
a su hija Laura. Una mañana cogió su vespino y se marcho a la Plaza de Santa
Florentina para comprar boquerón para los dos, cuando lo tenía comprado, cogió
el vespino y se dispuso a regresar. Al llegar al cruce del Paseo de Alfonso
XIII, un coche se salto el semáforo y lo atropello. La moto la partió por la
mitad, y el salió disparado contra la acera, teniendo varios hematomas,
cristales en la cabeza y otras heridas de consideración. Mientras que el público
lo calmaba hasta que llegase la ambulancia, él ya tenía en su cabeza su idea.
Llego la ambulancia para transportarlo al Rosell. Cuando lo estaban subiendo
les dijo la bolsa blanca también, que no se olvide, y apareció en Urgencias con
la bolsa entre los pies, en ella se encontraban los boquerones, mientras que
los médicos lo atendían el estaba pendiente de la bolsa, por si se perdía,
hasta que llego la familia y pudo darle la bolsa de boquerones, expresando que
eran para su hija Laura. Antonio en aquella época era de armas tomar, cuando se
le metía algo en la cabeza, solo valía lo suyo, por mucho que los demás le
dijeran.
Cuando
el seguro del coche se hizo a cargo de los gastos, le dijeron de pagarle la
moto para que se comprara otra, este dijo que no, que quería su moto arreglada,
tal era el empeño, que tuvieron que buscar un taller para soldar las dos partes
de la moto y que esta quedara bien.
Para
que sus dos hijos pequeños junto con su mujer pudieran disfrutas la playa, o
los viajes programados a Alicante, Benidorm y otros lugares, cuando algún
compañero quería salir con un mes más de permiso, Antonio se lo vendía y
trabajaba su mes de vacaciones en lugar del otro, consiguiendo con ello su
sueldo más el del otro compañero, eso sí, siempre que el encargado lo supiera,
pues no quería después historias.
JUANA CON SUS NIETOS NOELIA, JOSÉ DAVID Y JUAN ANTONIO |
Con
su mujer Juana tenia discusiones por el turno de noche y más conforme iba
cumpliendo Antonio más años, ella no quería que siguiera en ese turno, pero él
se agarraba a que eran 40.000 pesetas más al mes por la nocturnidad.
Algunos
de sus hijos a bromeado muchas veces con picarle el patio para ver si tiene
dinero, cuando le sacan el tema se enfada y empieza a dar ideas, “cuando
a tu madre se le ha roto la lavadora, el frigorífico o algo, lo he pagado yo de
mis ahorros pues no tengo tanto vicio como los demás, me compro mi cupón, mi
café, la gasolina de la moto y algún que otro paquete de tabaco (él no fuma, le
daba una calada y sin tragarse el humo lo echaba por la boca, dice que era más
para estar en la sociedad), ¿ quién compro el veta que me costó 120.000
pesetas?, yo con mis ahorros”. No le gusta la broma, pero a mí me ha
confesado, que cuando era más joven se hacia una alcancía en la pared y metía
perras, cuando hacía falta y no había nadie, sacaba el dinero para lo que
fuese, y remendaba el agujero.
El
Ayuntamiento no tenia al persona en la Seguridad Social en antaño, de hecho,
compañeros de él, se llegaron a jubilar cuatro años antes con 30.000 pesetas.
Cuando se llego al acuerdo, los sindicatos reunieron al personal y fueron
explicándoles que se iban a dar de alta a todos en el sistema de pensiones con
la antigüedad, a él se lo explico una muchacha y solo le pregunto que si era
bueno para él, al decirle la muchacha que sí, que no se preocupara, firmo los
papeles.
Cinco
años antes de su jubilación fue el padrino de mi boda, llevando a su hija Laura
al altar el 7 de mayo de 1988. Para él fue un día de ilusión y emoción, su última
hija, su pequeña, se casaba. Pero lo que son las cosas de la vida, nos fuimos a
vivir a cinco minutos de su casa, por lo que Laura tenía asegurada las tardes
con su Madre y hermanas.
JUANA Y ANTONIO PADRINOS DE MI BODA, ADEMÁS MI PADRE(E.P.D) |
Fuente
de sabiduría y sentido común, Antonio y Juana criaron a mis hijos Alberto y
Noelia, mientras que los dos trabajábamos, generando comentarios del que estos
nietos estaban más rozados que el resto, sin comprender que eran otros tiempos
y otra edad.
JUANA Y ANTONIO CON SU HIJA LAURA SUS NIETOS JUAN Y NOELIA Y SU BICNIETO JUAN ANTONIO |
Cuando
Nació Noelia, hubo un fallo medico, pues nació con falta de oxigeno y no se lo
suministraron, además de poner en el parto “Normal”. Los ingresos eran
permanentes, fue una época muy mala y sufrida, sobre todo para Juana que era la
que estaba al pie del cañón, cundo había que salir corriendo a las cinco de la
mañana, mientras que ella se hacía a cargo de Alberto en el Hospital, nosotros
nos dedicábamos a hacer preguntas y preguntas a los médicos. Nos recetaron
“Luminaleta”, este comprimido había que chafarlo, pesar la cantidad y dárselo,
el problema es que en el caso de dosis altas o bajas, le podía quitar la vida.
Utilice todos los recursos posibles y gracias a mi Jefe D. Francisco Giménez
Ballester, me hacían el corte y el peso en una Farmacia, ya que este proceso
habían dejado de hacerlo. Por otro lado, mi Jefe, se encargo del traslado al
Hospital Infantil de la Arrixaca, para tener mejores cuidados.
Antonio,
sufría este proceso en silencio y con preocupación, como suele hacer cuando sucede
algo en el seno de su familia. Una noche le dieron las convulsiones a Noelia,
comencé el proceso que me habían indicado los médicos, desde guantazos hasta
meterle la cabeza en el congelador, pero no arrancaba. El panorama era
impresionante, mi mujer nerviosa y llorando, y a los pies mi hijo Alberto de
tres años, suplicándole a su madre que no le pegara papa a su hermana, cuando
tras unos minutos de angustia, arranco llorando. Llame al Rosell y explique el
proceso sucedido, me indicaron que la llevara para ponerle un suero en la
cabeza intravenosa, pero pensando y gracias a la disposición del vehículo de la
empresa a mi disposición, nos metimos todos en el coche, pase por mi suegra, y
no les voy a engañar, la cara de mi suegro era un poema, con los ojos
enrojecidos, asustado y sin saber lo que decir. Salimos en dirección al
Hospital de Murcia y además de que el viaje se me hizo largo, no se me olvida
la imagen al mirar por el retrovisor, viendo a mi suegra con mi hija en los
brazos, con la mirada perdida y cantándole.
Al
llegar al hospital, la ingresaron, le pusieron los sueros pertinentes y la
alarma por si dejaba de respirar. Por la mañana y durante las visitas a través
de un cristal, mi hija estaba boca abajo, cuando de repente mi suegra me dijo, “la cría
se está poniendo morada”, la alarma no funcionaba, empecé a golpear el
cristal y se dieron cuenta del problema. Hasta ese momento, los médicos
desconocían lo que sucedía, pero en ese detalle se dieron cuenta.
El
doctor nos hizo pasar a la consulta y le dijo a mi mujer que le explicara el
parto, tras su versión, el médico diagnostico sufrimiento fetal ante la falta
de oxigeno. Fuerón cinco años, en donde mis suegros actuaron en todo momento
como Padres, más que abuelos. Tras la última consulta a la que fui solo por
consejo de la doctora (esos nos hizo ponernos más nerviosos), esta me indico
que “de
un millón se salva uno y que ya no hacía falta que fuera más con mi hija, pues
ella era una de las del millón”, explote de una inmensa alegría, les di
besos a todos los que habían en la sala, estaba loco por contárselo a mi mujer
y a mis suegros, me lance a la carretera y cuando llegue a casa de mis suegros
en donde me esperaba mi mujer con mi hijo, les dije que mi hija se había
salvado, Antonio con gran emoción giro la cabeza para que no se le vieran las
lagrimas, aquello fue una gran fiesta para todos, pero lo más importante fue
descubrir a un hombre que se acongojaba en sus sentimientos, en unas lagrimas
de descanso y como no, en el sentir de un Padre.
ANTONIO CON SU HIJA LAURA Y SUS NIETOS NOELIA Y CRISTIAN |
Antonio
se retira en el año 1993, con un homenaje y la entrega de una placa por parte
del Alcalde José Antonio Alonso, del cual, tiene una foto como recuerdo. Se
queda con el uniforme de gala de los Barrendero y la chapa que en antaño
llevaban. Él preveía disfrutar de viajes con su mujer, ilusión que hoy en día
recuerda, pero la enfermedad que le surgió trunco todos sus deseos. Por otro
lado y para mayor desgracia Juana también enferma, y cada uno en sus
enfermedades van superando poco a poco la frustración con inquietud.
Juana
que había dado más muestras de ingresos por la complicación de enfermedades,
fallece en julio de 2016, en Antonio genera una invades de soledad, que poco a
poco y sin darse cuenta, sus enfermedades empeoran, de tal forma que en tres
ingresos los médicos aconsejan que vayan los familiares para despedirse, pero
la fortaleza y el buen saque, hizo que saliera de esos vitales momentos.
JUANA Y ANTONIO CON SUS HIJAS JUANI Y LAURA |
Tras
los cuidados por parte de su Hijo Antonio, Juani y Laura, mantiene el humor y
el buen comer. Antonio es el de mantenimiento y cada vez que tiene que hacer
algo, Antonio se adelanta a picar, desmontar y otros menesteres, con la
reocupación por parte de su hijo, teniéndole que indicar que se esté quieto,
que él no está para esos menesteres, pero él sigue a su bola.
Su
churri Juani, le alegra los momentos más angustiosos, desde llevándole sus
postres favoritos, hasta estando al pie del cañón en todo momento.
ANTONIO CON SU HIJA JUANI - SU CHURRI |
Laura,
es su mano derecha por no decir el ojo, le limpia la casa, le hace la comida y
cena, lo acuesta, y cuando algún día se retrasa, le dice que es tarde, pues la dependencia
que tiene con ella, es la misma que tenía su esposa Juana.
Ahora
tiene la ilusión de que su hija Laura se saque el carnet de conducir, y expone
que “el día que te lo saques nos vamos tu marido, mi nieto y yo, a la aparecida
a comernos unas morcillas y longaniza, esos sí, con una cerveza 0.0, mi yerno
que se beba unos buenos vinos del campo”.
ANTONIO CON SU HIJA LAURA Y SU NIETA EVA |
Con 89 años, sigue luchando con sus enfermedades y tiene muchas ganas de vivir, aunque de vez en cuando vienen los recuerdos de su querida Esposa, y no tiene ganas de fiestas, el día de su cumpleaños uno de Agosto y con su mujer recién enterrada, solo quería la tarta, y no quería nada de música. La noche buena del 2016 fue muy difícil para él, no pudiendo aguantar en la mesa e indicando que lo acercaran a su casa. Todavía no ha superado la perdida aunque intente disimularlo, ya que este matrimonio que vivió muchos momentos difíciles a lo largo de la vida, supieron en todo momento estar juntos para sobrepasarlos con gran humilde y entereza. Aunque haya problemas se hace el longui dando a entender que no se entera de nada, pero en sus confesiones me suele sacar los temas, preocupándose de los problemas de sus hijos. Las Enfermeras ya lo conocen como Rambo, debido al Sitrom que hace que sobresalgan el color de las venas en morado.
HOSPITAL DE SANTA LUCIA ANTONIO CON SUS HIJAS JUANI Y LAURA Y SU NIETA NOELIA - RAMBO |
Aunque
algunos lo tomen de mala forma, en el fondo y con el paso del tiempo es un
hombre de gran corazón, entregado y agradecido, pero cuando se le cruzan los
cables con algún tema, no hay nadie que por mucho que intente cambiarlo de
opinión, lo consiga.
Para
concluir y quedándose muchas historias privadas en el tintero y por no herir la
sensibilidad de nadie, he de decir que aunque me quede sin padre antes de lo
debido, Juana y Antonio, se han portado para mí como dos Padres, colaborando en
todo momento y preocupándose por mí, sirva un detalle que jamás olvidare; “Una
mañana del jueves 19 de octubre me levante con las tensiones muy altas y las
pulsaciones entre 120-130, a lo largo del día realice mis rescates para bajarla
pero no había forma. Por la noche acompañe a mi mujer a casa de mi suegro, y
estando allí note una subida de tensión, me la tome y tenía 19/15 y 118
pulsaciones en reposo. Se llamo al 112 y mandaron una ambulancia, la cara de mi
suegro parecía un poema, pues él es conocedor de mis enfermedades, cuando el
doctor decidió trasladarme al Hospital de Santa Lucia (además de mis problemas
cardiacos), observe algo que nunca imagine, al irme a meter con la camilla en
la ambulancia, se acerco mi suegro para desearme suerte y conforme se volvió, comenzó
a llorar y a frotarse los ojos, fueron segundos, pero para mí, fue el detalle
del Padre que se preocupa por su hijo”.
Y
para concluir y como le prometí, esta publicación quedara con su nombre, y con
el reconocimiento de la sabiduría de lo que sufrieron dos niños como Antonio y
Juana, durante la Guerra, la Posguerra, una Dictadura y una Democracia, haciéndose
adultos con poca edad, luchando para comer, buscando trabajo para que a sus
hijos no les faltara de nada, este es el valor que los hijos tenemos que
reconocer en todo momento de la vida, pues si la existencia de ellos y gente de
su época, hoy no tendríamos la libertad que lucimos.
JUANA Y ANTONIO |
No hay comentarios:
Publicar un comentario