Buscar este blog

miércoles, 9 de enero de 2013

Los Españoles del año 1926, comenzaban a cansarse de los Políticos.

Y siguiendo con la tarea de buscar en los archivos cosicas de mi Semana Santa, tropiezo con artículos y artículos en la prensa de 1921-1935 hablando del político tal y del cual, pero no crean, el inicio de los artículos se realiza con toda la discreción y capacidad que antaño tenia la prensa, cosa, que no se puede decir muy bien de la prensa de hoy, la cual, siempre lleva la coletilla de algún partido político.

Como cansarían los señores diputados de Madrid, para que estos fueran incorporados en un Pregón de la Semana Santa Cartagenera, el cual, traslado aquí por su desparpajo y calidad de ver más allá del presente de antaño:

PREGONES DE SEMANA SANTA ¡CARAMELOS ! . . . ¡CARAMELOS! . . .

Hablar en Cartagena de las procesiones de Cartagena, me parece algo ingenuo, por cuanto la tradición procesional de nuestra ciudad es una tradición a prueba de siglos y de vicisitudes ciudadanas.


Nuestras procesiones tienen dos relieves costumbristas que perduraran" mientras haya cartageneros en Cartagena: uno entra en los dominios de la pituitaria; el otro en los del paladar; es decir, que son sensoriales, porqué el primero acaricia nuestro olfato, y el segundo endulza nuestra boca.

Comprenderá el lector que me refiero a los alelíes que exhornan nuestros tronos y a los caramelos que llenan por dentro y por fuera los buches de los nazarenos. ¿Qué; cartagenero no habrá chupado en su vida un caramelo de Semana Santa? ¿Qué cartagenera no habrá recibido, al paso de la procesión, la ofrenda de un puñado «de los de Hellin»... fabricados con agua de la calle Real?... ¡Cartagena toda, en Semana Santa, es una ciudad ,«chupóptera»!.

El grito clásico de «¡a dos reales la cuarta!» es en nuestra ciudad como un grito de guerra, como un aviso del acto religioso que llena la noche de evocaciones místicas y de «dulces promesas»; y todos, absolutamente todos, hacen acopio de caramelos para distraer las largas esperas chupando y leyendo esos versos anónimos -siempre los mismos - que van impresos en ¡el papel que envuelve la azucarada mercancía...


Yo propongo los siguientes, como muestra, por si algún confitero «pica»:


Soy caramelo marrajo;
chúpame, niña, con gana
y derríteme a destajo,
ique no me importa ni un ajo
«lo que de mí sea mañana»!

Californio caramelo,
mi vida, niña, es bien poca;
mas si chupas con anhelo,
en tu boca hallaré un cielo...
¡«el cielo, sí, de tu boca»!

Lo que hace evocar el cielo
al pasar la procesión,
es chupar un caramelo
con la novia.... «al alimón».

He dicho antes que lo de los caramelos es una tradición popular que solo acabará, cuando no queden cartageneros—¡y va para.largo!—, porque estas tradiciones populares son consubstanciales con los indígenas. Además, que nuestros caramelos son democráticos: lo mismo los chupa el prócer que el plebeyo, igualmente la dama que la aguadora; para chupar todos somos vampiros, con mayor razón si hay dulzor en el «chupen»...



¿Qué duraron en las sesiones del Congreso de los Diputados de España los paquetes de caramelos con que nuestros abnegados padres de la Patria endulzaban las amarguras de su cargo, tan lleno de abrojos...? Bastó que un Gobierno considerara que 400 diputados eran demasiado «chupópteros», para que se terminaran los «acaramelamientos»...


En cambio, en Cartagena, para suprimir la costumbre de chupar caramelos en Semana Santa tendrían que perderse todas las cosechas de caña de azúcar y de remolacha...


¡Y aún así, habiendo mujeres en Cartagena, tendríamos caramelos, bombones, pirulis y hasta almendras garrapiñadas., ¡aunque no «a dos reales la cuarta»!
Y conste que lo lamentamos.

MARCELO ESTELA
Dibujo de J. Ruiz B,
Cartagena Ilustrada 31-03-1926
Archivo Municipal de Cartagena.


Hay, con suspiro y en lamentaciones, ¿donde estará aquel gobierno que sin miedo y con el pulso firme, llego a recortarle a sus señorías los caramelos por ser demasiado chupópteros?.

El problema de hoy no esta en los caramelos, es más de tener cojines y gobernar de verdad para un País que roza la tercera división.