Cuando
a veces creemos que lo hemos visto todo, suele pasar lo que los abuelos de las
Plazas del Lago y Glorieta San Francisco, nos contaban entre sus batallas y
sobre todo, el no desearnos a nosotros el hambre que pudieron pasar.
Todos
los días ocurren idioteces en el mundo, y este a su vez, nos va enseñando la
crueldad de algunas mentes irritantes y descompuestas.
Pues
bien, esta mañana baja en el autobús nº 1 de San Félix al centro de la ciudad,
por las circunstancias de mi salud suelo intentar ir sentado, sin tener ningún
miramiento en elegir la parte de atrás o delante. Cuando observo que el autobús
va cargado, siempre me levanto para ofrecer el sitio, aunque a veces soy
contestado “no hijo no, no me gusta ir sentado/a en contra de la dirección del
bus”.
Llegados
a una parada, se suben una Sr. (si más adelante se le puede llamar así), con su
hija, deduciéndolo al indicarle la niña a su madre que habían dos asientos, los
cuales coincidían frente a mí. En mi vida he sentido muchas veces impotencia
por tener que callarme la boca, ante cualquier humillación, en ocasiones, por
el aprendizaje de haberme metido y salir yo mal parado.
Al
momento y en un tono que oía perfectamente comienza una conversación entre
ambas:
Madre.- Llevas agua en la mochila.
Hija.- Si mama.
Madre.- supongo que llevaras todos los libros, por qué ya
estoy harta de que se te olviden y luego vas a tu bola.
Hija.- Vale mama, cállate por favor.
Madre.- Esto no puede seguir de esta forma, tienes que
cambiar, estas decepcionando a los profesores, a la familia, y no sé lo que
piensas, si sigues de esta forma no tendrás estudios y te veras como una
vagabunda por las calles.
Hija.- Cállate ya por favor.
Madre.- silencio durante dos minutos. Yo no sé lo que
piensas, nada más que te interesa lo tuyo, eres una egoísta que se te da todo y
no trabajas.
Hija.- Por favor, no me digas nada más.
Madre.- Es poco lo que te estoy diciendo.
La
conversación duro unos 15 minutos, ellas se bajaron en la parada del bingo en
Paseo de Alfonso XIII y yo más adelante.
Lo
chocante de este tema no es otra cosa que la vergüenza que estaba pasando esta
niña, la cual podría tener unos 10 años. Cada vez que su madre le increpaba, la
niña que llevaba al cuello una bufanda naranja, me miraba, agachaba la cabeza y
se tapaba las vista con la bufanda, viéndose los ojos acristalados.
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Este comportamiento me hace pensar muchas cosas y entre ellas, adopto la sensación de que el problema es más serio de lo que parece. En primer lugar y bajo mi punto de vista, no es el sitio y el lugar para recriminar una actitud, que tiene remedio con otros medios. Para mí y con las consecuencias del daño hecho, se nos olvida que los niños también son objeto de humillación por cosas que habitualmente se producen a lo largo de todo el día.
En
parte la madre es culpable de esa humillación que viene de un problema puntual
de afecto y atención en los estudios. ¿Quien controla a esta niña si no lleva
libros, si los profesores se quejan de que no hace las tareas en casa, quien se
pone con ella para ayudar en las tareas que no comprendan, porque no tiene un
plan de estudios?, y por lo expuesto en la conversación, ¿Qué hace la niña
durante toda la tarde en su casa?
Pues
sí, esto viene en el carnet de los padres mientras que están en los inicios de
primaria y todo con constancia y pactos, “quieres esto, a cambio de lo otro”, “no
lo haces, no lo tienes”. Desde que comienzan en primaria, debemos de apoyar en
la medida de nuestras posibilidades a nuestros hijos, marcarles unas pautas de
horas de juego y de estudio. No podemos desentendernos con la excusa de que uno
no se acuerda o no lo sabe, para ello tenemos los medios de consulta en
internet, o simplemente el libro, en donde antes de realizar las preguntas, hay
que razonar con ellos que las respuestas están en el desarrollo del tema.
Con
la edad de la niña estamos hablando posiblemente de 5º de primaria, y si todo
sucede de la forma supuesta, se convierte en un lastre con cada curso, debido a
que en primaria se repite, pero no como antes, ahora según el profesorado y
colegios lo máximo son dos repeticiones, en una de ellas tienen que estar los
padres de acuerdo.
Es
posible que queramos ahondar en excusar que la madre o el padre trabajan, u
otros motivos que no dan soluciones a esta niña que necesita afecto, pues visto
lo del bus, en su casa no van a ser menos. Siempre debemos y tenemos la
obligación de educar a nuestros hijos dentro de unas normas que sean
consideradas aceptables, por lo que buscaremos soluciones para que le ayude un
familiar, una academia (60€ al mes, es cuestión de quitarse vicios u otras
cosas), o simplemente sentarse con ella y supervisarle la agenda, comprobando
que los deberes están realizados, aunque al principio estén mal, el profesor
ira conduciendo la situación de ir corrigiendo, ya que este también es una
pieza fundamental para la enseñanza, acudiendo en tutorías habituales con él,
con el único objetivo de que la niña tome interés por su trabajo.
Podría
poner muchas situaciones, pero cada casa es un mundo en donde también pueden
existir dificultades, intentando superarlas sin que la niña sea oyente o
participe de ellas. Es muy fácil lanzar todo tipo de reproches, pero esta madre
esta mañana y con la forma y habilidad (sin bajar el tono) de expresarse da a
entender rápidamente que la situación no es un caso aislado, si no se toman
medidas rápidas y oportunas, podrían llevar a la niña a un problema psicológico,
en donde se siente incomprendida, llama la atención de alguna forma para ser el
objeto del protagonismo, se distancia de los compañeros en clase, y un largo
etc., que nadie quiere para sus hijos. Lo que no podemos hacer después (y en
este país lo tenemos más que aprendido), cuando el problema no tenga solución,
es mantener los reproches durante toda la vida.
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