Impresionante el sentimiento noble del
abuelo al sentir en sus carnes el sufrimiento amargo de la vida, aunque después
de haber pasado penurias, guerra, hambre y otros menesteres de la propia vida,
este ultimo sufrimiento seas el que más le duele.
Sentado en el autobús con buena
presencia, bajo, pero con tono firme, continuaba una conversación con el
chofer, la cual despertó mi interés ante las palabras del abuelo “si después
de tanto luchar, esto es lo que tenemos para la vejez más vale morir”.
Y prestándome a escuchar me
empape del tema, el abuelo aconsejaba al chofer sobre medicamentos, médicos y
otras investigaciones de la enfermedad del Alzheimer,
para la madre de este, ya que si se coge en un principio, la enfermedad esta,
pero tarda un poco más. Continuaba el abuelo con las vivencias de su esposa, la
cual estaba ingresada por la enfermedad citada, y el se acercaba todos los
medios días para ayudarla en el almuerzo.
Conforme se adentraba en los
hechos, hacia que el corazón se encogiera en un puño y los ojos se
enrojecieran, al mismo tiempo que me entraba ese nudillo en la garganta de películas
inolvidables con sentimientos allanados para dar comienzo a las lágrimas que
brotan hasta del más incrédulo villano.
El Abuelo mostraba dulzura ante
tal dolor, pero al mismo tiempo sufrimiento de vivir con la angustia de que su
pareja de más de cincuenta años de vivencias, no supiera quien era el.
Y llego el momento de la
expresión más intensa, saco con voz temblorosa un pañuelo, y con disimulo se
secaba las lagrimas que resbalaban por su ya marcada piel, con disimulo, por qué
al mismo tiempo le daba ánimos al conductor del autobús por una mejoría de su
madre, exponiéndole que disfrutara de ella, que le dijera todos los días sus
sentimientos, que volara entre un mundo de locos para llegado el momento no
arrepentirse de no haber disfrutado de la que un día no reconocería a su propio
hijo.
Entre tantos sentimientos, el autobús
continuaba en silencio, pendientes de la conversación del simpático abuelo, el
cual, estremeció a los allí presentes con estas palabras “me jubilaron después de
tanto trabajar y mi paloma, la que me vistió y me hizo madurar como hombre,
vuela sin conocerme, mejor no vivir”.
Llego la parada del autobús nº 2,
en el lateral del Hospital Santa María del Rossel y se bajo.
Si darme cuenta mi mente comenzó
a trabajar ella sola, pensando en la conversación del abuelo, aprendiendo de la
importancia en nuestras vidas de personas que forman parte de vivencias, décadas
de crecimiento, momentos buenos y malos, sentimientos que en un solo segundo
desaparecen por cualquier motivo, pero al mismo tiempo impregnándome del
talento y coraje del abuelo.